11 feb 2011

un espejo llamado intimidad

ayer por la noche tomé conciencia de qué supone para mí estar a una distancia corta con otra persona y qué activa en mí.
Cuando hablo de distancia corta me refiero a estar cerca de otra persona, simplemente estar cerca.
Puedo darme cuenta de cuando la relación se mantiene a distancia, mediante teléfono, mail, chat, etc.. tengo la posibilidad de huír , de escaparme si hay algo con lo que no quiero estar en ese momento.
Si algo de lo que estoy viviendo no me hace sentir bien y no quiero estar con ello, puedo evitarlo; en definitiva para no entrar en mí mismo, aunque mientras lo esté viviendo no sea consciente de que lo que estoy haciendo es huír y por supuesto mucho menos huír de mí mismo, pues el hábito de poner todo fuera de mí es tan grande que normalmente me lleva a no verlo. Curioso porque es precisamente de mí mismo de donde nunca puedo escapar, aunque a veces me engaño creyendo que sí puedo.
En la distancia muy corta por ejemplo cuando hay una relación sexual no consciente, en mí caso algo habitual, también es un lugar donde puedo escapar de mí mismo. Y la manera es utilizar el sexo como bálsamo o placebo para no estar presente con lo que hay, mediante la búsqueda de placer inmediato sin poner mucha conciencia en lo sagrado que es el acto en sí mismo.
Me resulta paradójico darme cuenta de que una de las formas de estar lejos de una persona ha sido el practicar sexo con ella, aunque no siempre haya sido así, muchas veces lo utilicé como una huída sin ser consciente de ello.
Todo ello me indica y me muestra con claridad donde estoy, me permite ver la inconsciencia en la que vivo.Sin juzgarme, acogiéndome, siendo compasivo conmigo , pero viéndolo, no negándolo.
Por eso ayer cuando me encuentro con :
- ¿ qué es para ti la intimidad?
De repente me quedé parado y reflexioné como habitualmente preguntándome que NO es para mí la intimidad y lo que quede al final suele arrojar luz sobre lo que en realidad es para mí. Puedo ver que es una manera de funcionar habitual de mi mente. Entonces me hice la pregunta:
- ¿ qué no es para ti la intimidad?
Y me fui contestando a mí mismo distintas cosas:
- El sexo tal como lo he vivido.
- Hablar de mí.
- Mostrarme en grupo a veces porque es un escape también pues muestro directa y rápidamente cosas pero a veces para ocultar otras.
Y observando las respuestas me dí cuenta de que en todas las
opciones siempre había una posibilidad de huída, siempre me dejaba una puerta trasera por donde poder escaparme de la situación en la que me encontraba si no quería seguir en ella.
Y algo importante para mí en estas situaciones de poder huír es el hecho de poder hacerlo sin llamar la atención, sin que los demás casi ni se dieran cuenta, o que pasase desapercibido según mi percepción, aunque luego realmente no fuera así.
Fue entonces cuando ví claro que en la distancia corta con una persona, esta posibilidad de huída se reduce y sobre todo es muy evidente cuando se produce. Por lo que en estas situaciones trato más de evitarlas que de huír cuando estoy en ellas. Aunque la evitación es también en muchos casos un tipo de huída, pero siempre hay algo que me pueda contar a mí mismo que me sirve para justificarlo. Viendo esto me dí cuenta de lo que supone para mí relacionarme en la distancia corta. Es un espacio donde se manifiesta más mi intimidad, porque me he de mostrar más y menos posibilidades de escape, y también un lugar en el que puedo verme más.
Así me doy cuenta de que mi intimidad está relacionada con la distancia con la que yo me relaciono conmigo mismo más que con la distancia a la cual me relaciono con los demás.
Mi intimidad emerge y aparece cuando estoy dispuesto a estar con lo que sea que surja y compartirlo con otra persona. Cuando estoy dispuesto a verme a mostrarme con lo que sea que se esté dando. La distancia que delimita la verdadera intimidad no es la distancia física a la que me encuentro de la otra persona con la que comparto, sino la distancia a la que estoy de mí mismo.
Es cuando me permito estar conmigo mismo con lo que quiera que pueda surgir, sin escapar de ello; cuando estoy dispuesto a acogerme y a mostrar compasivamente toda mi vulnerabilidad cuando emerge lo más íntimo que hay en mí y se manifiesta en ese momento.
Este espejo se llama intimidad.